Reseña Madrid – 3 mayo 2025

Con más de siete mil almas poblando los tendidos de la primera plaza del mundo, el ambiente estaba cargado de ilusión y exigencia. Tres finalistas y un solo destino: la consagración. El público, sabedor del contexto, acompañó con atención cada muletazo. Se lidiaron novillos de El Montecillo —los tres primeros— con movilidad, pero también complicaciones; y de Hermanos Sánchez Herrero —los tres últimos— con mayor calidad, destacando el cuarto y el sexto.

Juan Pablo Ibarra, vestido de nazareno y oro, salió dispuesto a no dejarse nada. Su primero, un novillo de El Montecillo que exigía mando y temple, lo toreó con inteligencia, dejando pasajes de interés tanto con capote como con la muleta. Aunque la faena no rompió del todo, saludó una ovación tras aviso.

Pero fue con el sexto, de Sánchez Herrero, donde Ibarra se ganó el título. Desde el saludo capotero mostró recursos y voluntad. Con la muleta firmó una faena de momentos serenos y de buen gusto, llevando muy tapado al novillo y rematando con una estocada efectiva. El público pidió la oreja con fuerza, pero el palco no atendió la petición. Aun así, la vuelta al ruedo fue unánime y clamorosa.

López Ortega, de la Escuela de CITAR-Anchuelo, dejó muy buena impresión ante el cuarto, el de más clase del encierro. Supo aprovechar sus virtudes en una faena limpia y de buen ritmo, y aunque falló con la espada, fue premiado con una vuelta al ruedo tras aviso. En su primero, de menor opción, fue silenciado.

Rafael de la Cueva, de la Escuela Yiyo, cargó con el lote más deslucido. Su actitud fue digna, pero la falta de opciones impidió que su labor calara. Fue silenciado en ambos turnos.

Juan Pablo Ibarra, declarado triunfador por unanimidad, se marchó entre vítores. Su nombre ya está anotado entre los jóvenes que sueñan con volver a pisar Las Ventas como novilleros con caballos… o como matadores.